jueves, 22 de octubre de 2015

La apasionada ( y -ante) historia de Shanti Andia


Este verano inicié lo que se puede calificar como una recuperación del tiempo perdido, Ahora que vivimos en un mismo en el que sólo se valora el presentismo, apostar por un escritor con esa imagen de viejo que tiene Don Pío, Baroja, por su puesto, es una heroicidad, especialmente, para aquellos que no lo conocen lo suficiente. De hecho, este último viernes, hablando de lo que llevábamos ahora en nuestro en nuestras lecturas, comenté que estaba recuperando a Baroja y surgieron caras raras. ¡Qué extraño es el destino de los grandes clásicos!¡Qué poquísimo se os valora! Una pena.

Lo cierto que tras esa trilogía de las ciudades, y tras otras lecturas de autores clásicos del XIX y XX, volví sobre mis pasos para leerme un delicioso libro de aventuras llamado Las inquietudes de Shanti Andía, una novela de Pío Baroja, publicada en 1911, y que su autor la clasificó en la serie El mar, junto con El laberinto de las sirenas (1923), la leída hace muchos años con el título de Los pilotos de altura (1929), que me ha recordado en muchos pasajes, y con otro clásico del autor, La estrella del capitán Chimista (1930). En 1920 se publicaría una edición ilustrada por Ricardo Baroja y por Ramón de Zubiaurre. Es, como son las otras, una obra dedicada al mar y a los marinos, así como al carácter aventurero de un hombre que lo fue más por su obra que por sus hechos. Algo que también me acerca al autor. 

La obra está compuesto de 7 libros y un epílogo. Como dice el autor en sus memorias «El haber nacido junto al mar me gusta; me ha parecido siempre como un augurio de libertad y de cambio», dirá al comienzo de sus memorias. Baroja, en varios pasajes de esta novela, parece sentir el mismo desánimo que presenta Alberti en su marinero en tierra, y echa en falta el mar, un espacio de aventura, un espacio de romanticismo y de miserias, de piratas, de negreros y pescadores. En espacio que , para el autor, ya en 1911 está en clara decadencia. 

Es una obra muy vasca, en el sentido que describe la forma de ser de los vascos de la costa, pero también del interior. Una obra en la que he vuelto a descubrir el perfil de mis antepasados y, especialmente, el de mi abuela. ¿Cuántas de estas historias familiares, del mar y del interior, de la cultura y de la lengua vasca de mis ancestros no me han sido contadas por mi abuela y por mi madre? Había cosas que me llevaban, por detalles, y claro, salvando las distancias, a la  historia de mi abuela, su caserío, el amor a la libertad, a la diáspora económica de inicios de siglo en la provincia de Guipúzcoa. Pero también el respeto a las viejas costumbres, a la  tradición. 

Especialmente, me ha llegado al alma cuando describe en el capítulo séptimo, casi al inicio, las circunstancia de la Shele, la madre del otro Aguirre protagonista de la historia, cuando se dice que "En nuestro país no suele ser ningún desdoro el que una muchacha entre a servir en una casa del pueblo" (Página, 225). 

Volviendo a la obra, parece ser que cuando vivía este loco de Itzea en San Sebastián,  y desde una casa familiar,  veía los aparejos de los veleros, los barcos atracados en el puerto y por el muelle paseaban gentes que habían vivido aquella vida. 

Es la obra de un hombre fascinado por las gentes arriesgadas que ponían su vida al tablero con humor más o menos vagabundo, o mayor o menor suerte, protagonizada por gentes inquietas que con sus aventuras.

Baroja tiene rasgos de melancólico (o de soñador, como se definiría Montaigne), y su personaje, Shanti, también. Disfruta de su felicidad presente, pero añora el pasado, añora la intensidad de la vida que llama fuerte, la de acción, la de la búsqueda de la aventura, su sueño de juventud y plenitud.

Las inquietudes de Shanti Andía está plagada de elementos y referencias familiares del propio Baroja, de sus antepasados del linaje de los Goñi y Alzate, que habían sido capitanes de altura, de la época de las grandes compañías de Cádiz a Ultramar, de manera que le sirve para poner en el papel la mitología familiar.

Lo que no nos comenta este narrador metido en el alma de un capitán de altura es que el se inspira en una historia familiar. Sin contar con que, casualmente, Goñi es un pueblo que está en las estribaciones de la sierra de Andía (ambos en Navarra), y muchos de los objetos que aparecen en el libro son recuerdos familiares que se guardan en la casa familiar de Itzea (instrumentos de navegación,  en daguerrotipos, los famosos magotes articulados, las cajas chinas... ). Toda Itzea, se transforma en la novela serla novela, en la casa de Aguirretxe, a la que pertenece Shanti Andía.

Para escribir esta novela, Baroja utilizó el diario de navegación de un marino vasco negrero y llegó a conocer, de la mano de su padre, en el San Sebastián de finales del XIX, a algún que otro marino del país que había hecho ese comercio en sus postrimerías, cuando era ya perseguido en alta mar como lance de piratería.

Pero eso sí, no deja atrás valores eternos en la literatura como el amor y la aventura, ty lo hace con su estilo sobrio y directo

La historia parte de la historia manuscrita que nos narra su protagonista, Shanti Andía, ya anciano, que relata las memorias desde la infancia. Natural de Lúzaro, un pueblo pesquero de Guipúzcoa, siempre se ha sentido atraído por el mar, al igual que su padre, capitán de un barco, que murió en el Canal de la Mancha.

Huérfano de padre, es criado por su madre en el caserío familiar. Desde pequeño siente la fascinación de la vida del marino, especialmente de su tío, Juan de Aguirre, capitán de barco, como su padre, cuyas hazañas quiere emular.

Un día llega al pueblo la noticia de que Juan ha muerto, y la familia celebra su funeral. Shanti acude al colegio e ingresa en la escuela de náutica, a la vez que practica la navegación con sus amigos por el puerto, en una barca que «toman prestada». Poco a poco se vuelven más atrevidos, y al salir a mar abierta están a punto de perecer.

Al dejar el colegio, la madre de Shanti le envía a Cádiz, y le coloca de agregado (aprendiz) con don Ciriaco, un capitán amigo de la familia, que hace la ruta Cádiz-Filipinas. De regreso a Cádiz, ingresa en la academia de pilotos de San Fernando, y don Ciriaco le presenta al naviero que le da empleo, con cuya hija, Dolorcitas, se relaciona, y acaba sintiéndose atraído.

Acabado el curso, se embarca, pero al regreso ve que Dolorcitas se ha casado. Ella le confiesa que es desgraciada en su matrimonio, y ambos siguen con su relación, hasta que el marido se entera y le reta a duelo, resultando él herido. Una vez recuperado, toma el mando de una fragata y viaja por todo el mundo.

En el transcurso de sus viajes, conoce a algunos marinos que le aseguran que su tío, Juan de Aguirre sigue vivo, aunque metido en oscuros negocios.

De vuelta a su pueblo, después de uno de sus viajes, es encargado por su madre de ir a cobrar a un viejo extranjero que vive de alquiler en un caserío de la familia. Se trata de un viejo marino retirado, que vive solo con su hija, retirado del pueblo. Al visitarle, el viejo, para su asombro, le confiesa ser su tío Juan de Aguirre, y que está muy enfermo.

Al poco tiempo, Juan muere, dejando a su hija, Mary, al cuidado de Shanti, que la aloja en casa de unos amigos. Shanti y Mary congenian, y se hacen novios, pero él tiene que embarcar, por lo que sólo pueden verse de tarde en tarde.

Shanti va madurando la idea de casarse, idea que se agudiza cuando se entera de que en el pueblo, hay un hombre rico y maduro, Juan Machín, que corteja a Mary, aunque ella le rechaza. Así que Shanti vuelve al pueblo y se enfrenta con Machín. Éste trata de matarle, pero luego, un día, inexplicablemente, le salva la vida, y poco después se marcha del pueblo, dejando dos cartas para él, una de su propia mano, y la otra, un manuscrito de su tío.

En esta carta de Machín, declara ser hijo de Juan de Aguirre, y hermanastro de Mary, circunstancia que ha sabido por el viejo médico de Lúzaro, contemporáneo de su padre.

El capítulo final es el manuscrito de Juan de Aguirre cuenta su azarosa vida. De joven, tuvo dejó embarazada a la criada de la casa, llamada La Shele, cosa que no supo, al estar embarcado. Esta mujer, fue obligada a casarse con un hombre brutal, para esconder el escándalo, y murió al dar a luz a Juan Machín. Al enterarse de esto, desesperado por los remordimientos, Juan de Aguirre se enroló en un barco negrero, y cambió sus papeles de identificación con un piloto, llamado Tristán de Ugarte. Tras muchas peripecias, el barco fue hundido por un navío inglés, y ellos, apresados.

Más tarde, ellos dos, y otro compañero, Allen, consiguen huir, y Tristán resulta muerto, pero al tener cambiados los papeles, le dan oficialmente por muerto. De ahí el tema de su falso funeral. Más tarde, Juan de Aguirre pudo rehacer su vida, y casarse, de donde, nació Mary. Por último, conocemos el final de la historia del tesoro de Zaldumbide.

Buscando información sobre la misma acabo de enterarme que fue llevada al cine en 1947. Las inquietudes de Shanti Andía fue dirigida por Arturo Ruiz Castillo y protagonizada por Jorge Mistral, Josita Hernán, Manuel Luna, Jesús Tordesillas, Milagros Leal, Irene Caba Alba, Mari Paz Molinero, José María Lado, Nicolás D. Perchicot, José María Rodero, María Teresa Campos, José Prada, José Jaspe, Manuel Requena y Arturo Marín.

Es la novela de un mundo que estaba apunto de desvanecerse para siempre en la época en la que Baroja. Son asuntos antiguos que ya no tienen cabida en el siglo XX.

Baroja saca a relucir todo una serie de personajes estupendos, cabalmente construidos, que los pone en en escena en el momento oportuno. En este sentido descubrimos que en la novela el capitán Juan de Aguirre, tío del protagonista, es un Guadiana, y vamos conociendo todas sus venturas y sobre todo desventuras como si fuesen las pepitas de una Granada, pues la historia va fluyendo poquito a poco. Aparte de Shanti y su tío con una pinceladas describe a personajes como Machín o personajes femeninos, descritos con precisión y destreza, entre la admiración o la piedad, como Quenoveva, Mary o la Shele, a las que el escritor muestra una enorme simpatía como siempre hace hacia los débiles y los perdedores.Y que voy a comentar del lenguaje y la precisión del mismo, nada. Baroja es un prodigio en las descripciones y en el uso adecuado de las pautas. A mi me encanta, creo que tendré nuevamente una cita literaria con este gran autor, que no sé si fue el más grande, aunque sí, indudablemente, uno de los mejores.


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