miércoles, 18 de marzo de 2015

La verdadera historia de la Dalia Negra


Vista ayer la Dalia Negra, no he sido consciente hasta que no he preparado la entrada para la película, sobre la trascendencia mediática del asesinato de Elisabeth Short. Visto lo visto, me ha parecido, evidentemente como una más de mis absurdas ocurrencias, realizar una entrada en este cajón de sastre que es "Matando moscas con el rabo" sobre la verdadera historia de la Dalia Negra y su asesinato.
Sobre el asesinato en sí señalar que tuvo lugar el 15 de enero de 1947, un día plomizo y gélido en la ciudad californiana de Los Ángeles. Un ama de casa llamada Betty Bersinger salió de su casa situada en Norton Avenue, entre las calles Coliseum y West 39th. con su hija de tres años hacia una tienda de reparación de calzado. 
Mientras transitaban por un solar abandonado cubierto de hierbajos y barro, en el distrito de Crenshaw, un objeto blanquecino llamó la atención de la pequeña: “¡Mira mami! La niña señalaba lo que parecía ser un maniquí de gran tamaño partido en dos.
Sin embargo, una vez que madre e hija se acercaron más al extravagante “maniquí” partido en dos, no era tal; se trataba del cuerpo seccionado por la mitad de una joven, las piernas por un lado, extendidas en una grotesca posición obscena y el tronco, junto a la cabeza y los brazos arqueados rodeando los hombros, muy cerca. Su rostro estaba machacado, casi irreconocible; al parecer lo habían golpeado con un bate de béisbol. Habían cortado las comisuras de sus labios con un cuchillo, lo que le daba un grotesco aspecto de payaso loco gracias a la llamada "la sonrisa de Glasgow".. Sus pechos habían sido lacerados y mostraban múltiples quemaduras de cigarrillos.
Había mutilaciones por todo el cuerpo, escarificaciones, hematomas… Pero eso no era lo peor. Según pudieron comprobar los primeros agentes que llegaron al lugar del crimen, Frank Perkins y Will Fitzgerald, el cuerpo había sido desangrado hasta la última gota, después de ser seccionado por la mitad con una precisión quirúrgica a la altura de la cintura.
Mostraba señales dejadas de forma inequívoca por cuerdas, lo que llevó a los detectives a deducir que la víctima había sido atada y torturada durante un espacio de varios días. Más tarde la autopsia reveló que la desconocida joven había sido brutalmente torturada durante unas 72 horas estando consciente.
El cadáver de la joven había sido bañado y su cabello teñido después de muerta con brea. El asesino le había hecho además la manicura, como si pretendiera que su víctima permaneciese bella en el más allá. En el muslo izquierdo hallaron una pequeña mutilación en forma triangular que resultó ser el lugar donde Short tenía tatuada una pequeña flor. Durante la autopsia se descubrió que el pequeño trozo de carne había sido introducido en su vagina. Demasiado enfermizo y retorcido, pero tristemente real. La autopsia determinó que había sido además sodomizada y sometida a todo tipo de abusos sexuales, aunque sin penetración y en su estómago se encontraron excrementos humanos.
El lugar del macabro crimen pronto se llenó de periodistas y agentes de la ley. La publicación de las fotos, a pesar de que fueron tomadas muchísimas imágenes por los reporteros, fue prohibida, debido a su brutalidad. La prioridad de los detectives asignados al caso, Harry Hansen y Finis Brown, fue desvelar la identidad de la víctima.
La víctima respondía al nombre de Elizabeth Short, de 22 años de edad, cabello oscuro, ojos azules y considerable estatura. Sus huellas habían sido tomadas en dos ocasiones: cuando trabajaba en la cantina del cuartel de Camp Cook, durante los años de la Segunda Guerra Mundial y tras ser fichada por la policía por encontrarse ebria siendo menor de edad. "Los Angeles Examiner" recogió el crimen en primera página. 
Pronto los periódicos comenzaron a publicar informaciones sensacionalistas sobre el pasado de la víctima, y la tildaron de “borracha”, “prostituta”, “lesbiana”…

Sin embargo, también destacaron que quería ser actriz y que admiradora de los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers. Fue entonces cuando comenzó a soñar en convertirse en una estrella de Hollywood. Viajó a Los Ángeles en busca del sueño de tantos y tantos jóvenes por escapar de la marginalidad y hallar un hueco en la multimillonaria industria del cine. Pero Short no tuvo suerte.
Comenzó a relacionarse con gente peligrosa, con aquél submundo de Tinseltown –como se conoce popularmente a Hollywood– rodeado de alcohol, drogas, prostitución y mafias y que inspiró mil y una historia de cine negro surgidas de la imaginación de personajes como Raymond Chandler. Elizabeth entró en un círculo vicioso que acabó arrastrándola el cine erótico de serie B y rodeándola de malas compañías. 
Debido a que prácticamente siempre vestía de negro, a su oscuro cabello y a sus ojos color azabache, fue bautizada por la prensa, tras su asesinato, como la Dalia Negra, quizá emulando el título de una película perteneciente al género Noir y estrenada por aquél entonces: La Dalia Azul, protagonizada por Alan Ladd y Veronica Lake y con guión del anteriormente citado Raymond Chandler. 
En cualquier caso, a Short no se la conoció como la dalia negra en vida. Mientras The Washington Post publicaba titulares tan sensacionalistas como el siguiente: “La policía busca a un loco pervertido por la muerte de una chica”, el departamento policial de Los Angeles –LAPD– desplegaba el mayor dispositivo de búsqueda de la historia de la ciudad californiana. Doscientos cincuenta oficiales realizaron entrevistas puerta a puerta en los alrededores del solar donde fue hallado el cadáver, pero se encontraron con un callejón sin salida. 
La última persona en ver a Short con vida, aparte de su asesino, había sido el portero del hotel Biltmore, la noche del 10 de enero de 1947, a las diez en punto, cuando la vio alejarse por Oliver Street, vestida con un sweater y pantalones negros. Todas las pistas resultaron ser falsas. 
Cientos de personas fueron consideradas sospechosas y cientos interrogadas por los agentes. Alrededor de 60 hombres y otras tantas mujeres confesaron ser los autores del crimen, quizá ávidos por obtener fama y gloria, aunque todos ellos se contradecían a la hora de declarar, demostrando que los datos que aportaban los habían leído en los periódicos. La precisión quirúrgica con la que el asesino había seccionado el cuerpo de Beth hizo pensar a las autoridades que se trataba de un médico con años de experiencia. Según declaró el detective Harry Hansen, uno de los investigadores asignados originalmente al caso, ante el Gran Jurado del distrito de Los Angeles, estaba convencido de que el depravado asesino se trataba de un “excelente cirujano”.
En 1996, Larry Harnisch, un editor y escritor de Los Angeles Times planteó la posibilidad de que el asesino de Short fuera el cirujano Walter Alonzo Bayley, que vivía cuando sucedieron los hechos cerca del lugar donde fue hallado el cadáver y que murió en enero de 1948 de una enfermedad mental degenerativa. Se llegó incluso a afirmar que su asesinato podría haber sido consecuencia del rodaje de una “Snuff movie”, aunque hoy día esta hipótesis es considerada poco probable. 
El mayor misterio en torno al asesinato de la Dalia Negra tuvo lugar cuando nueve días después del atroz suceso, alguien –probablemente el asesino–, envió a la redacción de Los Angeles Examiner un paquete impregnado con gasolina probablemente para evitar que hallaran sus huellas en el envoltorio. En su interior se encontraban algunos objetos personales de la víctima: fotografías, su certificado de nacimiento, su tarjeta de la seguridad social y su obituario. Además, alguien que decía ser el asesino utilizó letras recortadas de los periódicos que hablaban del caso para enviarle mensajes a la policía en los que afirmaba que volvería a matar. 
Los periódicos de William Randolph Hearst, Los Angeles Herald-Express y Los Angeles Herald-Examiner frivolizaron el caso: el traje negro a medida en el que Short fue vista por última vez se transformó en "una falda apretada y una blusa escarpada" y Elizabeth Short fue convertida por esa prensa sensacionalista en "la dalia negra", una "aventurera que merodeaba Hollywood Boulevard".

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